Cine Tiquetar

Las cosas por su nombre (?)

jueves, 27 de marzo de 2008

El día después de mañana


Es difícil empezar las cosas cuando uno se lo propone. Cuántas veces nos decimos a nosotros mismos “en un rato empiezo”, “empiezo mañana”, “el lunes sin falta”, “ya estamos a miércoles, mejor empiezo la semana que viene, ahora no da”, y así vamos postergando por semanas lo que evidentemente estamos queriendo evitar.

Mirar al problema de frente y encararlo es una deuda del género humano, en la búsqueda eterna de la fuga, esa que nos haga olvidar todos y cada uno de nuestros problemas. Pero donde sea que vayamos, la cabeza está con nosotros. Esa que si bien durante el día podemos olvidar y distraernos, a la hora de apoyarla contra la almohada... vuelve. Y cómo vuelve. Uno puede estar dando vueltas horas en la cama, contando ovejas, vacas, gallinas y todo animal que habite una granja, con la esperanza vana que esos fantasmas se borren y nos dejen descansar de un día vacío de problemas.

¿Escapar es la solución? Pareciera serlo. Mucha gente aparenta ser feliz tirando toda su mierda bajo la alfombra. O quizás sólo sea una máscara ante sus conocidos. Hay otros que realmente creen que no pasa nada malo. En síntesis, la gente no ve lo que no quiere ver. Y pensándolo bien ¿Quién quiere estar oliendo su mugre? Hasta es casi lógico. Si puedo pasarla bien, ¿por qué voy a pasarla mal? ¿Por qué pensar en esto ahora que estoy, por ejemplo, mirando el río? Aparte, de última, yo no estoy tan mal. Mal está la gente que no tiene salud, o los que no tienen para comer. Siempre va a haber alguien que esté peor que yo.

Aaah, bruto consuelo. ¿Eso nos hace bien? ¿Ver que estamos en el suelo, pero a tiro de patear a alguien que está un peldaño más abajo? Cada vez que en los noticieros muestran esos docudramas de gente que está destrozada económicamente o que tuvo un problema de salud muy grande, o sus hijos están urgidos de un transplante, siempre decimos “Puta madre, y yo quejándome de boludeces. Tengo que disfrutar más la vida. Mañana salgo a correr” (?). Y mañana te levantaste tarde, ni te acordaste de correr y menos del noticiero que viste ayer porque la nota del día es que juega Boca. Y cuando juega tu equipo, ¿qué importa lo demás? “Es la única alegría que tengo” dice uno, que retruca “Esto está todo arreglado desde el Gobierno que no le conviene que salgamos campeones” cuando pierde su equipo. Para todo tenemos excusas. Y son variadas, hasta a veces son increíbles. O quizás es más inverosímil que la persona que recibe la excusa se crea lo que oye. El clásico “no sabés lo que me pasó” dispara ideas terriblemente atravesadas.

Ahí uno se da cuenta que lo difícil no es mentir, sino mantener la mentira. Si metimos en el verso a otra gente, hay que avisarles a todos y cada uno de ellos dónde “estuvieron”. Y que no se olviden, porque no falta el boludo que en una reunión cuenta la anécdota tal y como fue. Y sentís el ligero pero nunca bien ponderado "codazo al riñón" mientras replican en tu oído "¿no era que lo llevaron todos al hospital porque se descompuso?".

No hay caso, mañana empiezo a dejar de mentir.

Etiquetas: ,

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio